domingo, 5 de septiembre de 2021

Heriberto Hernández Medina. Verdades como templos

DOMINGO EN CHOSICA

 

Que no es subir al cielo,

decirlo no pudieras.

En lo alto del cerro sólo existe el descenso, sólo

el recuerdo del descenso que no hemos de iniciar; hemos salvado ya

las delicadas pendientes de un silencio sin nombre,

hemos recorrido sin sentirlo apenas

la pradera infundada en que pastan las bestias como simples palabras.

Esta es la irrealidad, acá pudiera

penetrar sin dudarlo el silencio insondable,

el más justo silencio en que tejes desnuda los hilos del recuerdo.

Esta es la irrealidad,

una verdad mayor, la luz,

los ojos mirando apenas, mas sintiendo, deshacerse

los sueños que quizás nunca fueron

o fueron tanto que es preciso olvidarlos.

Escucha la música, yo no sé si hay vacíos

que no puedan llenarse con palabras, escucha,

la música ha inundado cada sitio en el que uno u otro no estamos,

ha penetrado el sitio angosto en el que a veces solemos encontrarnos.

No puede ser que no recuerdes nunca

la holgada puerta o el rumor del agua, la dulce voz

del poderoso árbol que en sombra se deshace.

Este es el sitio en el que dios pasea descalzo los domingos,

allí la oculta puerta entre los árboles, breve y alucinada como tu corazón,

como tu mano breve.

El patio sevillano, en el que ya se escuchan

las aguas que corren desde el canal con su lamento antiguo,

no podría dibujarlo,

no podría

recordar las macetas, la casita en que se amaron, ha tiempo, extraños visitantes,

recordar no podría siquiera el olor, fresco supongo,

de los arbustos o el césped que imagino pisábamos.

No podría, y no quiero siquiera imaginarlo,

verte alejarte hacia el rincón oscuro

que algunos llaman soledad, yo miedo,

miedo a la vida que de vivir nos mata.

 

El settler irlandés corre a recibirte como si regresaras de un viaje hacia la nada,

puedes olvidar que existo,

yo pasearé junto al camino tras los chicos Oliver Twist, Becky Teacher indiferente,

Huck, el sombrero oscuro hasta los ojos,

me detendré un momento, antes de entrar, junto al piano de las veladas al calor del fuego,

sueño de música, verde sueño de sonora madera e historias para ser contadas.

Esta es la casa en que la vida comienza todas las semanas,

en la terraza soleada tenderé, en tanto estés ausente,

como un lento lagarto mis recuerdos.

Sostenida por una leve brisa, por una breve sombra,

extiende su mano mi árbol, mi sitio de estar sola,

ella me devuelve el hambre de estar viva;

nos conducirá, no has de dudarlo,

hacia la nada en que todo se resuelve.

 Cuánta ave detenida en su vuelo, el plumaje de la historia,

el manto de la muerte.

Corre el agua desde el canal hacia sus ojos,

podemos escucharla, pero ella cuenta las monedas en el arcón de madera,

pone las monedas antiguas

del lado de los días turbios de soledad

y cuenta con ojos de gacela

las lustrosas monedas del más cálido amor.

 Santa Rosa de Lima, no importan

las rosas con su olor a destierro,

es esta la ciudad sobre las aguas sostenida, es esta

la verdad de una mujer que mira al cerro y el cerro le responde.

Pueden subir las aguas, no hemos de temer,

el tiempo es nada,

nos conduce de la mano una muchacha breve como el silencio.

Siento en la sien el hongo, alucino,

nada escucho, he recorrido del páramo a la duna

y no he ido a sitio alguno.

Sólo puedo escuchar la voz del tiempo, las palabras que callas para mí,

el camino trazado en el silencio

en el que entré una vez para perderme.

 Acá el Eros se apoderó del barro, esto es lo que ha quedado;

allá los grandes ídolos colgados, con hilos invisibles,

de un muro inexistente, y la escalera

sostenida por el fin del viaje, por la nada que aún tiene

         una sorpresa.

Esta no es una ventana, es la ventana,

el muestrario del mundo al que hemos de volver,

estas palabras fueron escritas allí después que nos marchamos.

Yo continúo escribiendo en el lugar en el que ya no estamos,

son estas las palabras que he robado,

las palabras que escribo por temor a decirlas.

Esta es la ventana, desde ella he de mirar dentro de ti

hasta encontrar el sitio que tu silencio esconde.