miércoles, 20 de julio de 2022

Elvio Romero. Días roturados

 
 
Ved, amigos; decidme, decidme, mis amigos,
si visteis el carbón fulgiendo en brasas,
o el corazón de fuego de los sacrificados
que hoy, nocturnos, trajinan en luciérnagas,
o van desparramados por páramos ardientes
como una marejada de rota alfarería.
 
Ved; decidme, pronunciad la palabra
que diga que os mordían la soledad, la niebla,
cuando el clavel sonoro combatía al martirio
ansiando ser fusil, lágrima, canto,
permanencia orgullosa de metales boreales,
sabiendo que el amargo paso de los verdugos
llegaba al territorio de la flor y el naranjo.
 
Ved; decidme si os quebraban la calma
los filos que insultaban al rocío,
a la noche aterida de los indios plasmados
en círculos antiguos de triturada arena;
o bien, sencillamente, que andaban caminando
por las viejas aldeas con sol y labradores,
para enredar al huso tradicional los hilos
del luto y su ceniza sofocada.
 
Quiero que habléis. Decidme
si alguna vez mirasteis al agua combatiendo,
o si sabéis de cierto por qué la tierra un día
se llenó de dulzura, de fulgor, de morada incendiada
y levantó sus puños de torrenciales vínculos
y colosos titanes de su entraña salieron.
 
Ese día mi pueblo se vistió de diamante,
destacando su estampa de enardecido roble;
los tambores, en sombra, sonaban sus augurios
en una noche indígena de luna y poderío;
y rebeldes diademas de valor daban rumbos
a quienes conducían el trueno rescatado,
para amarrar la furia de los torpes verdugos
que buscaban los ámbitos de su propio naufragio.
 
Recordaré esta noche,
todas las nuevas noches que huelan al perfume
que emana del caído caudal de nuestros mártires;
recordaré la púrpura golpeada
en tanto que en las balas calcinadas ardían
remansos poderosos de calcárea fuerza.
 
Decidme, mis amigos, si recordáis al pueblo;
descended al relente
que sube del quebranto manantial de los héroes,
y sabed que ellos mismos reparten a puñados
nuestro cristal bravío.