domingo, 27 de junio de 2021

Xavier Villaurrutia. Nostalgia de la muerte

DÉCIMA MUERTE

 

                                          a Ricardo de Alcázar

 

I

 

¡Qué prueba de la existencia

habrá mayor que la suerte

de estar viviendo sin verte

y muriendo en tu presencia!

Esta lúcida conciencia

de amar a lo nunca visto

y de esperar lo imprevisto;

este caer sin llegar

es la angustia de pensar

que puesto que muero existo.

 

II

 

Si en todas partes estás,

en el agua y en la tierra,

en el aire que me encierra

y en el incendio voraz;

y si a todas partes vas

conmigo en el pensamiento,

en el soplo de mi aliento

y en mi sangre confundida

¿no serás, Muerte, en mi vida,

agua, fuego, polvo y viento?

 

III

 

Si tienes manos, que sean

de un tacto sutil y blando

apenas sensible cuando

anestesiado me crean;

y que tus ojos me vean

sin mirarme, de tal suerte

que nada me desconcierte

ni tu vista ni tu roce,

para no sentir un goce

ni un dolor contigo, Muerte.

 

IV

 

Por caminos ignorados,

por hendiduras secretas,

por las misteriosas vetas

de troncos recién cortados

te ven mis ojos cerrados

entrar en mi alcoba oscura

a convertir mi envoltura

opaca, febril, cambiante,

luminosa, eterna y pura,

en materia de diamante.

 

V

 

No duermo para que al verte

llegar lenta y apagada,

para que al oír pausada

tu voz que silencios vierte,

para que al tocar la nada

que envuelve tu cuerpo yerto,

para que a tu olor desierto

pueda, sin sombra de sueño,

saber que de ti me adueño,

sentir que muero despierto.

 

VI

 

La aguja del instantero

recorrerá su cuadrante,

todo cabrá en un instante

del espacio verdadero

que, ancho, profundo y señero,

será clásico a tu paso

de modo que el tiempo cierto

prolongará nuestro abrazo

y será posible, acaso,

vivir después de haber muerto.

 

VII

 

En el roce, en el contacto,

en la inefable delicia

de la suprema caricia

que desemboca en el acto,

hay el misterioso pacto

del espasmo delirante

en que un cielo alucinante

y un infierno de agonía

se funden cuando eres mía

y soy tuyo en un instante.

 

VIII

 

Hasta en la ausencia estás viva:

porque te encuentro en el hueco

de una forma y en el eco

de una nota fugitiva;

porque en mi propia saliva

fundes tu sabor sombrío,

y a cambio de lo que es mío

me dejas sólo el temor

de hallar hasta en el sabor

la presencia del vacío.

 

IX

 

Si te llevo en mí prendida

y te acaricio y escondo;

si te alimento en el fondo

de mi más secreta herida;

si mi muerte te da vida

y goce mi frenesí

¿qué será, Muerte, de ti

cuando al salir yo del mundo,

deshecho el nudo profundo,

tengas que salir de mí?

 

X

 

En vano amenazas, Muerte,

cerrar la boca a mi herida

y poner fin a mi vida

con una palabra inerte.

¡Qué puedo pensar al verte,

si en mi angustia verdadera

tuve que violar la espera;

si en vista de tu tardanza

para llenar mi esperanza

no hay hora en que yo no muera!