martes, 1 de marzo de 2022

Santos Domínguez. El agua de los mapas

 
Extranjero es el mundo,
cualquier lugar del aire es un bosque extranjero.
 
Arden a nuestra espalda
los senderos del tiempo y sobre el mar se enfría
la estela que ha dejado un avión en el cielo
morado de la tarde.
 
Como la flor extraña en la que arden los astros,
como la arcilla frágil en la que el tiempo traza
caligrafías de humo y signos de ceniza,
desde el paisaje germinal del limo
a una reunión oscura de silencio y de nieve
te llama la memoria.
 
Te llama la memoria
al encendido acero del relámpago
bajo el agua erosiva del mar de los naufragios.
 
Extranjero es el mundo.
Sus sílabas contienen
las claves de una lengua que apenas entendemos.
Su sintaxis la rige el azar del latido
o el aullido primario de los primeros hombres
que habitaron la tierra.
 
 

Vicente Aleixandre. Sombra del paraíso

PLENITUD DEL AMOR

 

¿Qué fresco y nuevo encanto,

qué dulce perfil rubio emerge

de la tarde sin nieblas?

Cuando creí que la esperanza, la ilusión, la vida,

derivaba hacia oriente

en triste y vana busca del placer.

Cuando yo había visto bogar por los cielos

imágenes sonrientes, dulces corazones cansados,

espinas que atravesaban bellos labios,

y un humo casi doliente

donde palabras amantes se deshacían

como el aliento del amor sin destino...

 

Apareciste tú ligera como el árbol,

como la brisa cálida que un oleaje envía del mediodía, envuelta

en las sales febriles, como en las frescas aguas del azul.

 

Un árbol joven, sobre un limitado horizonte,

horizonte tangible para besos amantes;

un árbol nuevo y verde que melodiosamente mueve sus hojas altaneras

alabando la dicha de su viento en los brazos.

 

Un pecho alegre, un corazón sencillo como la pleamar remota

que hereda sangre, espuma, de otras regiones vivas.

Un oleaje lúcido bajo el gran sol abierto,

desplegando las plumas de una mar inspirada;

plumas, aves, espumas, mares verdes o cálidas:

todo el mensaje vivo de un pecho rumoroso.

 

Yo sé que tu perfil sobre el azul tierno del crepúsculo entero,

no finge vaga nube que un ensueño ha creado.

¡Qué dura frente dulce, qué piedra hermosa y viva,

encendida de besos bajo el sol melodioso,

es tu frente besada por unos labios libres,

rama joven bellísima que un ocaso arrebata!

 

¡Ah la verdad tangible de un cuerpo estremecido

entre los brazos vivos de tu amante furioso,

que besa vivos labios, blancos dientes, ardores

y un cuello como un agua cálidamente alerta!

 

Por un torso desnudo tibios hilillos ruedan.

¡Qué gran risa de lluvia sobre tu pecho ardiente!

¡Qué fresco vientre terso, donde su curva oculta

leve musgo de sombra rumoroso de peces!

 

Muslos de tierra, barcas donde bogar un día

por el músico mar del amor enturbiado

donde escapar libérrimos rumbo a los cielos altos

en que la espuma nace de dos cuerpos volantes.

 

¡Ah, maravilla lúcida de tu cuerpo cantando,

destellando de besos sobre tu piel despierta:

bóveda centelleante, nocturnamente hermosa,

que humedece mi pecho de estrellas o de espumas!

 

Lejos ya la agonía, la soledad gimiente,

las torpes aves bajas que gravemente

rozaron mi frente en los oscuros días del dolor.

 

Lejos los mares ocultos que enviaban sus aguas,

pesadas, gruesas, lentas, bajo la extinguida zona de la luz.

 

Ahora vuelto a tu claridad no es difícil

reconocer a los pájaros matinales que pían,

ni percibir en las mejillas los impalpables velos de la Aurora,

como es posible sobre los suaves pliegues de la tierra

divisar el duro, vivo, generoso desnudo del día,

que hunde sus pies ligeros en unas aguas transparentes.

 

Dejadme entonces, vagas preocupaciones de ayer,

abandonar mis lentos trajes sin música,

como un árbol que depone su luto rumoroso,

su mate adiós a la tristeza,

para exhalar feliz sus hojas verdes, sus azules campánulas

y esa gozosa espuma que cabrillea en su copa

cuando por primera vez le invade la riente Primavera.

 

Después del amor, de la felicidad activa del amor, reposado,

tendido, imitando descuidadamente un arroyo,

yo reflejo las nubes, los pájaros, las futuras estrellas,

a tu lado, oh reciente, oh viva, oh entregada;

y me miro en tu cuerpo, en tu forma blanda, dulcísima, apagada,

como se contempla la tarde que colmadamente termina.