viernes, 29 de julio de 2022

Miguel Hernández. El hombre acecha

 
I
 
Tened presente el hambre: recordad su pasado
turbio de capataces que pagaban en plomo.
Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,
con yugos en el alma, con golpes en el lomo.
 
El hambre paseaba sus vacas exprimidas,
sus mujeres resecas, sus devoradas ubres,
sus ávidas quijadas, sus miserables vidas
frente a los comedores y los cuerpos salubres.
 
Los años de abundancia, la saciedad, la hartura,
eran sólo de aquellos que se llamaban amos.
Para que venga el pan justo a la dentadura
del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos.
 
Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
los que entienden la vida por un botín sangriento:
como los tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.
 
Años del hambre han sido para el pobre sus años.
Sumaban para el otro su cantidad los panes.
Y el hambre alobadaba sus rapaces rebaños
de cuervos, de tenazas, de lobos, de alacranes.
 
Hambrientamente lucho yo, con todas mis brechas,
cicatrices y heridas, señales y recuerdos
del hambre, contra tantas barrigas satisfechas:
cerdos con un origen peor que el de los cerdos.
 
Por haber engordado tan baja y brutalmente,
más abajo de donde los cerdos se solazan,
seréis atravesados por esta gran corriente
de espigas que llamean, de puños que amenazan.
 
No habéis querido oír con orejas abiertas
el llanto de millones de niños jornaleros.
Ladrabais cuando el hambre llegaba a vuestras puertas
a pedir con la boca de los mismos luceros.
 
En cada casa, un odio como una higuera fosca,
como un tremante toro con los cuernos tremantes,
rompe por los tejados, os cerca y os embosca,
y os destruye a cornadas, perros agonizantes.
 
II
 
El hambre es el primero de los conocimientos:
tener hambre es la cosa primera que se aprende.
Y la ferocidad de nuestros sentimientos,
allá donde el estómago se origina, se enciende.
 
Uno no es tan humano que no estrangule un día
pájaros sin sentir herida en la conciencia:
que no sea capaz de ahogar en nieve fría
palomas que no saben si no es de la inocencia.
 
El animal influye sobre mí con extremo,
la fiera late en todas mis fuerzas, mis pasiones.
A veces, he de hacer un esfuerzo supremo
para acallar en mí la voz de los leones.
 
Me enorgullece el título de animal en mi vida,
pero en el animal humano persevero.
Y busco por mi cuerpo lo más puro que anida,
bajo tanta maleza, con su valor primero.
 
Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos
donde la vida habita siniestramente sola.
Reaparece la fiera, recobra sus instintos,
sus patas erizadas, sus rencores, su cola.
 
Arroja sus estudios y la sabiduría,
y se quita la máscara, la piel de la cultura,
los ojos de la ciencia, la corteza tardía
de los conocimientos que descubre y procura.
 
Entonces solo sabe del mal, del exterminio.
Inventa gases, lanza motivos destructores,
regresa a la pezuña, retrocede al dominio
del colmillo, y avanza sobre los comedores.
 
Se ejercita en la bestia, y empuña la cuchara
dispuesto a que ninguno se le acerque a la mesa.
Entonces sólo veo sobre el mundo una piara
de tigres, y en mis ojos la visión duele y pesa.
 
Yo no tengo en el alma tanto tigre admitido,
tanto chacal prohijado, que el vino que me toca,
el pan, el día, el hambre no tenga compartido
con otras hambres puestas noblemente en la boca.
 
Ayudadme a ser hombre: no me dejéis ser fiera
hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente.
Yo, animal familiar, con esta sangre obrera
os doy la humanidad que mi canción presiente.
 
 

miércoles, 27 de julio de 2022

Antonio Machado. Campos de Castilla

 
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo,
algunas hojas verdes le han salido.
 
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
 
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
 
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
 
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
 
 

viernes, 22 de julio de 2022

Carlos María Gutiérrez. Diario del cuartel

PRIMER DISCURSO DE ADÁN

 

Para Ducho

  

El jadeo de alguien que trabajaba por fin se ha detenido

convalezco de espaldas en el barro

pero hay que hallar la forma de saber quiénes cómo

encontrar ese rastro que dejamos una vez no sé cuándo

el que lleva hacia el fuego de los hornos

todavía nos guardan hostiles la sombra y el silencio

tú sangras y estás húmeda

a mí me hicieron débil e ignorante

siempre es de noche

alguien espera cerca

demorando la invención del amor porque nos odia

 

no lo juzgues

es torpe

sin pareja

le duele la cabeza y siente envidia

sólo sabe ser cruel

no le explicaron nunca para quién trabajaba o para qué

tiene un oficio sucio andar con barro construir desdichados

y aunque se sienta un dios es un simple emisario

somos su tentación y tendrá que mirar

recibió órdenes

 

créeme naceremos

ten confianza

ya nos han condenado

el aliento que entró por tu nariz era el espanto

y quien se aproximó a soplar era la Muerte

 

entiende esto

jugaremos el juego de un idiota

y hay dos reglas

la primera creer que estamos vivos

la segunda él siempre gana

luego empieza otra vez y así por siempre

no sé bien los detalles desde luego pero no es juego limpio

el idiota hace trampa y se equivoca

su diversión su error consiste en esa idea

de que todo es dolor y no termina

 

aprenderé de prisa lo prometo

no te avergüences tenemos poco tiempo

todo está por hacer y ésa es nuestra tarea

simular que jugamos

crearlo todo

 

no puedes verme porque aún no nos mira

yo he desobedecido

con los ojos abiertos estoy reconociéndote porque te conocía

si te describo puedo revelarte el principio del mundo

empiezo a amarte

es mi primera arma

 

te sé desnuda y tienes mi estatura

tus cabellos son negros

las lágrimas resbalan de tus párpados cerrados y sombríos

ahora me has oído y te cubres los senos con las manos

pero hilos de leche brotan entre tus dedos

tu boca puede hablar y me sonríe

tienes los pies pequeños

te recorren el cuerpo extraños signos dibujados con barro

y con mi sangre

que leeré cuando estemos al resplandor del fuego

son todas las instrucciones necesarias

 

aquí es de noche ahora aunque siempre es de noche

tú no puedes saberlo todavía

pero estamos de pie vamos hacia los hornos

siento a veces tu mano en las tinieblas

rozándome sin miedo

con amor

quiero decir ya caminamos juntos ya nacimos