Extranjero es el mundo,
cualquier lugar
del aire es un bosque extranjero.
Arden a nuestra
espalda
los senderos del
tiempo y sobre el mar se enfría
la estela que ha
dejado un avión en el cielo
morado de la
tarde.
Como la flor
extraña en la que arden los astros,
como la arcilla
frágil en la que el tiempo traza
caligrafías de
humo y signos de ceniza,
desde el paisaje
germinal del limo
a una reunión
oscura de silencio y de nieve
te llama la
memoria.
Te llama la
memoria
al encendido
acero del relámpago
bajo el agua
erosiva del mar de los naufragios.
Extranjero es el
mundo.
Sus sílabas
contienen
las claves de una
lengua que apenas entendemos.
Su sintaxis la
rige el azar del latido
o el aullido
primario de los primeros hombres
que habitaron la
tierra.
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