Sólo
las alas huyen de la muerte.
Pablo Neruda
Por un presagio
antártico de penumbra y de hielo
los dones transparentes
de los pájaros
laten en la garganta y
arden en la memoria
secreta de los mapas,
en hogueras de nieve
por cámaras oscuras y
comarcas que incendia
su canto numeroso y su
mirada.
Como briznas de hierba
pegadas en la piel,
como oscuras heridas,
se instalan en las
vértebras, circulan por la sangre,
crecen con nuestras
uñas o esperan en la puerta.
Como los días amargos
se quedan con nosotros
y a veces, lentamente,
nos hablan al oído,
más acá de los sueños,
más lejos que el dolor.
Un fulgor de metales
tiembla entre las banderas
moradas de la tarde,
reverbera en la llama
bajo la luz occipital
del mundo en esa hora
y una orquesta de
fiebre
se pierde en el abismo
de la noche.
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