Caspar
David Friedrich
Todo es frágil aquí, todo es
niebla de asombro
bajo el silencio blanco de
la nieve
o en el abismo azul de los
acantilados.
Como un pájaro herido,
la lluvia se ha posado
mansamente
en la orilla del mar.
Su música de sombra
silenciosa
desciende blanda y tibia
a la arena sin pájaros.
Desciende blanda y tibia
desde este cielo turbio al
turbio mar sin peces
y allí se desdibuja,
se disuelve en el agua
de otro mar más profundo sin
temblor ni oleaje.
En la precaria orilla, sobre
una leve duna
soy un cuerpo en penumbra,
una interrogativa
silueta que contempla el
horizonte incierto,
perplejo frente al mar vacío
de veleros.
Y pienso en el desorden
nevado de la muerte.
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