viernes, 31 de diciembre de 2021

Blas de Otero. Ángel fieramente humano

LOS MUERTOS

 

La sangre —nuestros muertos— se levanta

con el humo del pueblo silencioso;

en la sombra del río, aún más hermoso,

el chopo antiguo, al contemplarse, canta.

 

Archivando la luz en la garganta,

vuela, libre, el insecto laborioso.

Alto cielo tallado: luminoso

cristal donde la rosa se quebranta.

 

Es nuestro ayer, nuestro dolor sin nombre,

retornando, de nuevo, su camino;

futuro en desazón, presente incierto,

 

sobre el hermoso corazón del hombre.

Como una vieja piedra de molino

que mueve, todavía, el cauce muerto.

 

 

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