Hoy
es siempre todavía.
Antonio Machado
Vienen de un
territorio indescifrable
que no
pintan los mapas,
del espanto
de noches anteriores al fuego,
de una
enumeración perdida en las tinieblas.
Vienen de
mucho antes del prólogo del mundo,
de un abrazo
asustado y un terror prodigioso
que inventó
los conjuros y encendió las hogueras
con temblor
desvalido.
Vienen del
frío ancestral de las constelaciones,
del llanto
primordial
que cae
sobre las piedras y sobre las semillas.
Vienen del
desamparo de la noche y del hielo
con manos
temerosas
que
encienden de penumbras la pared de la cueva.
Vienen
rodando lentas, vienen de las caídas,
de los ojos
cerrados por dentro y de la sangre,
de las horas
sin tregua y la vergüenza ajena,
vienen desde
el secreto de los meses lunares,
de noches
tentativas, de la sombra de un río.
Vienen de
donde caen las cenizas, los húmeros,
de los
ritmos antiguos del agua y las cosechas.
Vienen de la
incontable soledad de las cifras,
de las
huellas vacías, del sigilo y el cero.
Vienen de
los crepúsculos lentos del desconsuelo,
de las
noches más negras y los días más solos,
de las
sillas vacías y los sitios oscuros.
Vienen del
abandono en medio del desierto,
de noches
anteriores
a las noches
que anegan el corazón de nieve,
de un mar
que no es el mismo de todos los veranos.
Vienen para
habitar en la garganta
estrecha de
los juntos que la memoria tiende
como un
puente inseguro de lentos miedos altos
y vértigos
sin fondo.
Son las
palabras que arden para encender hogueras
que espanten
la serpiente nocturna de la escarcha.
Al calor de
ese fuego, circulares y heridas,
contra la
cueva oscura,
se
despliegan las manos en busca de consuelo.
Muchas gracias, apreciado Arístides, por este trabajo de reedición que corrige los errores de las anteriores ediciones. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarHa sido un gusto, hermano.
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